La plaza.
- Ramon Masip Garcia
- 29 ago 2016
- 2 Min. de lectura
La magia de un lugar llamado plaza. Donde la gente pasa y en donde mientras unos se detienen, otros solo miran de pasada la bonita arquitectura tan caracterizada. Miles de historias continúan, otras miles solo empiezan, aunque otras también terminen. Tan tranquilidad alborotada, tan ruido silencioso.
Mayores maravillados de una hermosa calma, niñas y niños juguetones rompiendo la misma ingenuidad. Tres jóvenes con fresquitas rubias de espuma blanca y unos pinchos de calamar. El solitario que toma café cafeinado con sacarina mientras lee la actualidad. La chica que mira el chico que no la mira, el chico que ya mira la chica que sigue mirándolo; la sonrisa que se les dibuja. Las que buscan quién les haga su mejor foto de perfil, el amable que acepta capturársela.
Los que solucionan su historia, de una deshistoria que puede volver a empezar. La que rompe un esquema por expresar una emoción, la misma que se rompe sin compasión. Entender que la libertad de unos seres que aún con emociones atadas, como seres libres nunca serán de su propiedad, porqué uno solo es de uno sin pertinencia de nadie, aunque aún sin consciencia sea de ignorancia a tal efecto.
El camarero que pregunta el gusto de unos jubilados para serviles a su placer. La mujer que vende un llavero de forma de elefante, un regalo ya empapelado. El niño que llora su helado caído, un padre que ya abraza un desconsuelo.
Los que se encuentran por causalidad, los que se rozan sin conocerse, el que se sienta a descansar y observa sin cesar, el que toma una foto de inspiración, la banda que ya toca la banda sonora de una plaza que reúne lo mejor de si, lo mejor de una gente que es de allí por momento o de siempre. La magia de una plaza que da vida a un pueblo que respira lo mejor de un clima de verano que ya llega a otro otoño.
El chico que encontró la quieta mirada ya se va, la chica que se le desdibuja su sonrisa porqué no sabe si volverá. El tren que pasa, quién sabe donde llegará, ni si volverá. La música llega a los aplausos, el niño que ya duerme en los brazos del consuelo. La rubia de espuma blanca ya no está, el camarero retira las copas que dieron de si. La leída actualidad manchada de café cafeinado. La foto que ya está colgada. El Sol que queda en la fachada. Lo que fue el mejor momento para unos, el peor para otros o para quién fue solo un momento. Terminó, no para siempre, sino para volver a empezar.



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